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El gurú del yoga Pattabhi Jois me agredió sexualmente durante años

Cuando surgieron las historias sobre Brett Kavanaugh, había fotos de él por todas partes. Me pregunté cómo afectó esto a las mujeres que se presentaron. ¿Ver todas esas fotos, sin mencionar los testimonios televisados en vivo, les causaría angustia y les recordaría el tormento que han descrito? ¿O sería reconfortante ver fotografías de él junto con artículos escritos y leídos por millones de personas que creen en ellas y las apoyan?

Las fotos del hombre que me agredió sexualmente son omnipresentes. Si bien actualmente no forma parte de la conversación nacional, su imagen se puede encontrar en estudios de yoga y en altares de todo el mundo. Estas fotografías se colocan en señal de reverencia y adoración, a pesar de lo que yo y muchas otras personas sabemos sobre él.

Durante un total de dos años, a mediados de la década de 1990, estudié yoga en Mysore, India, con Pattabhi Jois, el fundador de una práctica de yoga intensa y atlética a la que llamó Ashtanga. Podría decirse que es uno de los estilos de yoga más influyentes y populares del mundo. Durante ese tiempo, Pattabhi Jois me agredió, junto a muchas otras mujeres en sus clases, casi a diario.

En ese momento, la idea de que el gurú de este sistema pudiera estar abusando de mí parecía imposible.

Quería creer que me estaba transfiriendo una energía curativa al tocarme de esa manera.

Practicar Ashtanga yoga me dio una sensación de propósito y significado. Yo era parte de un grupo de élite de profesorxs certificadxs y practicantes avanzadxs. Era mi carrera y mi pasión. Me sentí saludable, en forma y capaz. Tenía una sensación de plenitud; había encontrado el lugar al que pertenecía.

Tampoco podía soportar la idea de ser una víctima. La misma palabra lleva consigo un estigma que había internalizado en el sentido de que significa imperfecto, débil o lamentable. Para no sentir ni ser vista como esas cosas, me engañé a mí misma. Creí que Pattabhi Jois no estaba abusando sexualmente de mí. En ocasiones incluso intenté glorificar las agresiones sexuales. Quería creer lo que algunas personas afirmaban, y todavía creen, que Pattabhi Jois me estaba transfiriendo una energía curativa al tocarme de esa manera. En lugar de sentirme lamentable, ese pensamiento me permitiría sentirme afortunada, como si estuviera siendo bendecida.

Esto puede parecer un consentimiento de mi parte, pero la diferencia de poder y mi miedo a las repercusiones si protestaba (perder a mis amigxs, mi carrera y mi sentido de pertenencia) hicieron que el consentimiento fuera imposible. Estaba impotente. Aquí estaba un maestro de yoga, un hombre pesado, acostado encima de mí, follándome, mientras yo estaba en posturas comprometedoras. Accedí. Soporté. Intenté desconectarme.

No di mi consentimiento.

Ahora elijo utilizar la palabra víctima porque, para mí, habla de mi inocencia en una situación de injusticia.


Hay quejas contra Pattabhi Jois, tanto en Mysore como mientras estuvo en giras internacionales que abarcan tres décadas. Las mujeres han descrito haber sido besadas, manoseadas, frotadas (dry hump) y violadas digitalmente por Jois.

Para mí, la forma de agresión más frecuente y deshumanizante fue cuando colocó su pene contra mis genitales y movió su pelvis rítmicamente, mientras yo mantenía mi cuerpo quieto en varias posturas de yoga, algo que puedes ver en esta fotografía.

En la foto mía haciendo una flexión hacia atrás, él ni siquiera usa sus manos. Su región pélvica, sus genitales son lo único que hace contacto con mi cuerpo, mi región pélvica, mis genitales.

A pesar de la verdad obvia que dicen estas fotos, hay innumerables practicantes que negarían que representen una agresión sexual. Lo sé. Yo solía ser parte de ese grupo. Las agresiones sexuales se atribuyeron como parte del método práctico de enseñanza de Pattabhi Jois. Además, las fotos muestran gente practicando a todos lados, mis amigos estaban cerca e incluso uno estaba tomando fotos. No es posible que haya sido un asalto con tanta gente alrededor, ¿o sí?

Quiero que las fotos sean un llamado a que todos examinen si están descartando o pasando por alto el abuso sexual.

Mi yo más joven había normalizado su comportamiento. Como muchas personas en situaciones de abuso, me tomó bastante tiempo irme. Seguí estudiando con Pattabhi Jois en Mysore durante dos años mientras él me agredía. A menudo, no nos damos cuenta de lo mal que están las cosas hasta que salimos. Me tomó años entender claramente –ver claramente– lo que pasó.

Ahora estoy dando un paso más radical de recuperación al compartir las imágenes que me han perseguido durante más de 20 años.


Dejé Mysore en 1998, pensando que Pattabhi Jois no era ético y no era apto para ser profesor de yoga, y mucho menos para ser un profesor venerado. Sin embargo, la comprensión de la gravedad de sus abusos de poder no fue instantánea. Al principio minimizé lo que me hizo. Me tomó años decir las palabras: Pattabhi Jois me agredió sexualmente.

En Ashtanga yoga, se venera el estoicismo y se considera encomiable continuar practicando independientemente del dolor o la incomodidad. Además, a menudo se aprecia a las mujeres por soportar las dificultades, por lo que me condicionaron a no quejarme y a restar importancia a mi sufrimiento. Sabía intuitivamente que la comunidad rechazaría cualquier revelación de mi parte y que encontraría críticas, estigma y desdén. En lugar de hablar, elegí desaparecer.

Intencionalmente arreglé mi vida para evitar ver sus fotos y volver a traumatizarme por la imagen de su prestigio y poder. Me alejé de mi comunidad y de mis amigos y reformé mi carrera y mis sueños. Dejé de enseñar y practicar yoga. Incluso cambié mi apellido.

Pasaron muchos años antes de que pudiera decir las palabras: Pattabhi Jois me agredió sexualmente.

Cuando lo veo en fotografías glorificadas o incluso alegres, vuelvo a experimentar la respuesta al trauma. Me congelo y lucho por interpretar las señales que me envía mi cuerpo. No puedo decir qué es seguro y qué no. Mi mente se apaga, algo que se fomenta en el Ashtanga yoga, donde el objetivo es entregar el cuerpo y la mente a la práctica. Y rendirse ante Pattabhi Jois –o “Guruji”, un honorífico reservado para los queridos maestros– era muy valorado. El nivel de devoción de uno era directamente proporcional al mérito dentro de la comunidad Ashtanga.

Me tomó 20 años encontrar el coraje para escribir sobre esto, y eso es gracias a las muchas valientes víctimas de violencia sexual que compartieron sus historias antes que yo. La omnipresente vergüenza y culpabilidad de las víctimas, de manera tanto dura como sutil, hace que sea casi imposible evitar mayores daños al hablar. Comparto mi historia porque quiero ser parte de la construcción de un mundo que sea más seguro y acogedor para que las víctimas reconozcan y denuncien el abuso cuando suceda, donde seremos creídos y protegidos.

Accedí a publicar estas imágenes en parte porque son evidencia de que Pattabhi Jois abusó de mí, pero también porque debería ser recordado de esta manera: no era solo el gurú sonriente en el altar del yoga. También era un hombre que violaba a las mujeres a la vista de otras personas. Quiero que las fotos sean un llamado a que todos examinen si están descartando o pasando por alto el abuso sexual de alguna manera.

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